lunes, 14 de septiembre de 2015

El último

Rodolfo Godino (San Francisco, Córdoba 1936 - Buenos Aires, 2015) ha sido un gran poeta y ha recibido el reconocimiento de su labor a través de diversos premios, entre los cuales se cuentan Premio Nacional de Poesía (Iniciación) 1960, el Premio del Fondo Nacional de las Artes (1961 y 1964), el Primer Premio Municipal de Poesía (1970), el Primer Premio de Poesía "La Nación" (1994) el Premio de Poesía de la Academia Argentina de Letras 1998-2000, el Premio Consagración de la Provincia de Córdoba (1998) y el Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional Argentina (2013). Su último libro publicado recientemente por la Editorial Brujas, fallecido ya el poeta, se titula Vista atrás (2010 - 2015). Lo que sigue son algunas notas de lectura.



Como un bailarín consumado que sabe los pasos, Godino se mueve con la destreza y la gracia ya conquistadas en esta pista, a la que llegan muchos fantasmas familiares. Su lenguaje se lo permite desde que hubo abierto la vía que permite el tránsito de esas presencias a partir del giro dado en Elegías breves.



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No sin ironía titula las secciones: “Repositorio doméstico”, “Barrio cerrado”, “Otros asuntos”. Se lo puede “ver” manipulando los elementos. Es alguien que sabe bastante bien lo que hace: combina aquí, yuxtapone allá, impone tal presión a la materia que la sofocada emoción al fin se abre paso hacia el aire y respira.



***



Uno lee:

¿Volveremos

como ráfagas emocionadas

volando entre aromos,

brotes

y oscuros dátiles,

hasta el azud y la tibieza

generadora del agua,

en urgencia de unión, sin aliento,

sin escrúpulos, sin temor, sin fin?



Y luego, el anticlimático título, “Pregunta de clara intención”, y entonces se advierte que primero nació el poema y después, en un segundo momento, el título. Una vez rota la unidad ilusoria, podríamos imaginar la multiplicidad de intervenciones operadas en el poema. El autor deja huella solo de dos: no le gusta exponerse demasiado y cuando sale una pieza tipo cierva blanca le lanza el galgo, que si no la tarasconea, por lo menos, la hace correr para otro lado.



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Hay una región donde el conocimiento de la realidad es el conocimiento de uno mismo. Esa es una de las vetas de este libro. Pero es necesario ser más específico, más sutil, porque Godino lo es. No se trata de conocer, sino de re-conocer, –previo a atreverse a desenmascarar– los pequeños desvíos malintencionados, las reticencias del rencor; de aceptar que nuestra alma sin maquillaje pueda ser la de una vieja mezquina y artrítica. El conocimiento tiene ese matiz moral de sinceramiento y purga, la necesidad del que se despide:



Nuevamente el prodigio,

es él en el diluvio

                         esperando

perdón y bienvenida.

                         Ha vuelto y llama:

su voz guarda la erosión,

los días cruentos,

                         -Llamaste

y no atendí y la herida del instante

y sus renuevos

crecen como error

funesto, irremediable.



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El pasado invade: su marea de desaparecidos es indetenible. Es probable que Godino temiera a la muerte… Pienso en esta frase, en cuánto tuerce y acalla. Tiene al menos el mérito de poner en relación el pasado y la muerte futura. El interregno –si es que el presente lo es– es lo que resulta tensionado en este libro. Su título Vista atrás (2010 - 2015) no deja margen de ambigüedad.





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A las imágenes visuales, auditivas, etc. habría que añadir una categoría que se llamara “imágenes morales”. Una imagen moral no moraliza, es autoinculpatoria, deforma como Brueghel o como El Bosco lo visible (el cuerpo) para referirse a lo invisible (el alma, el espíritu, la madeja de deseos y rencores). Ejemplo de imagen moral: “En el antiguo parque Thays”, dedicado a Claudio Suárez:



Las ciclistas contra el sol,

muslos tempranos

y mecanismos móviles

cumpliendo delicadas tareas

y el malestar

                   de ángeles custodios

callando en la espesura

de tipas y gomeros.



***



Entre las cuerdas que suenan aquí hay una que no es ni muy aguda ni muy grave. No irrita; no apena. Sólo suena, pura afirmación de sí misma o del sonido. Son poemas en que por lo general aparece la naturaleza en primer plano, un aspecto observado, un detalle significativo, un instante. Son los poemas japoneses de Godino:



Sin alborotar bajaron

como hojas,

                   lentamente

como hojas muriendo,

sus plumas indecisas

entre el azul cargado

y el negro puro,

                   algo anunciaban,

algo ocurría: ellos

no se portan así.



***



No es fácil interpretar el tema de la homosexualidad en la obra de Godino. Aparece como enigma, como condena, como repulsión, por lo que se podría afirmar que no hay nada original ni revolucionario, sino al revés. En su tratamiento apela a los recursos del mayor hermetismo, propios de su primera etapa poética. Dice, pero no dice, escamotea; la ambigüedad se presenta quintaesenciada, siempre expresando disgusto y desprecio visceral. Su homofobia, hoy políticamente incorrecta, se presenta disimulada con todas las artes del mago, por lo que habría que considerar el hecho mismo de que aparezca y de este modo. Mi hipótesis es que Godino a veces duda de sus prejuicios y que hay algo en el orden de lo sexual reprimido que se cuela por la veta de tal tematización (insinuar que él experimente un deseo homosexual sería una simplificación grosera).

Estos poemas se cuentan quizás con los dedos de una mano y, por lo general, están asociados a personas que ha conocido, personalmente o través de la literatura. De modo que llama la atención que cierre su libro con uno que la aluda. Pienso cuánto ignora uno que va a morir en fecha cierta. Si él lo hubiera sabido, el poema “A un guerrero de la dinastía Han, reencarnado en embajador” no llenaría la última página de su último libro. Quizá hubiera elegido otro legado.







 

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