jueves, 6 de octubre de 2022

La Internación - Pablo Seguí

Barnacle, 2022

 

“Albergo (…) a mi enemigo”.

“Habito con mi padre”.

“Reprimo (…) la pulsión asesina”.

Los primeros poemas de La internación, tienen esos comienzos netos, verbos en primera persona. Frases cortas, precisas. Pregunta: “¿Qué es la mente?”. Hipotetiza:

 

“Si las cosas, iguales

a sí mismas y a todas

las demás, no me engullen,

no me reducen a

un rincón, su negrura,

es que aún no he caído

del todo. Diferente

de la mesa y el vaso

y el cenicero, aún lucho

por no ser mundo, quiero

no confundirme aún

con la materia crasa.

 

Solo quien ha sentido que podría reducirse a ser tan indiferente como las cosas puede escribir un poema así de ajustado como este, casi objetivo. La internación es el libro de Pablo que se “especializa” en sus propios conflictos y se “espacializa” en el interior de sí mismo: caverna, cueva, silencio, cubo.  Especie de indagación poética que se resuelve a construir con lo que hay. Especie de obstinación. Hay que decir que la testarudez da sus frutos y que ellos no son un quejido insoportable, sino en la mayoría de los casos, como la presión justa de un dedo que hace hablar a un nervio.

El libro lleva un título muy apropiado. Salió de la pandemia y algo tendrá que ver esa circunstancia, pero creo que más hace referencia al proceso de adentrarse en una dimensión casi del todo desgajada de su entorno: una voz que pende como un hilo.

No sé si me convence la foto de Pound (a Pablo le encanta…y sí, es linda), para la tapa. Creo que introduce algo completamente extemporáneo: claro, la hermosa dedicatoria a Bernardo Schiavetta concluye con “il miglior  fabbro”. Eso hace juego.

 

Mi enemigo

 

Albergo en las entrañas

a mi enemigo. Come

todo lo que le sirvo

y no se sacia nunca.

No está en calma mi mente

sino que es una cueva

en la que ese gigante

masca mi pesadilla.

Quiere más, quiere más.

A veces un mendrugo,

otras veces un pueblo

entero. Yo lo trato

de siempre. Es mi señor.

 

 

Bécquer

 

En un blanco cubículo

estoy y el universo

Se desagarra girando

indiferentemente.

Son dos cosas distintas

al parecer. (Son nombres

que se alternan en esta

página pretenciosa

que pronto olvidaré.)

Mi casa se reanuda

cuando despierto. El cosmos

es un himno gigante

que no conduce a nada.

 

 

Madrugada

 

Se representa el perro,

Al soñar, que se mueve

 

y, en efecto, se agita

de a ratos en su cucha.

 

Nada sabe de mí

de mi estar observándolo.

 

¿Sueña conmigo? Nunca

lo sabré. Cuando duerma

 

quizás se acerque a verme…

Pero cómo enterarme.

 

(Cómo duerme mi perro.

Cómo prosigo en vela.)

 

 

El oído absoluto

 

Cruje con regular

constancia mi heladera.

Es una ley severa

la de su rechinar.

 

Mientras esté enchufada

hará con su instrumento

una cadencia ciento

por ciento secundada

 

por mi insomnio. Así leo:

miro lo que no veo

y canto un son que mucho

 

me dice de la noche

en que pasa algún coche

al que apenas escucho.