miércoles, 2 de diciembre de 2020

Punto


 


I

 

Esta inmovilidad de gota helada.

Mirar el verde, verde; los rincones,

secos los insectos y en la pared,

las sombras de las ramas son las sombras

de las ramas, que el viento hace temblar.

Entonces, apagar el cigarrillo

y los ínfimos pulsos de la casa,

cenizas del final de la jornada.

 

II

Modo de un encantamiento que enfría

hasta congelar piel, carne, mirada

fija en las cosas tal como aparecen

desatadas, una después de otra

una al abismo ciego de la otra.

Cansa. Por suerte agota. Abandono.

Cerrar los ojos y buscar la imagen

de una duna para curvar la noche.

 

 

III

De tanto repetirse ahora sabe

el signo que dibuja su trayecto.

Es noche, no oscuridad, y hay frescura

para la brizna crecida en la arena.

Se siente desde los pies sobre el suelo

húmedo, hasta la nariz que aspira

el aire salado y se hunde sin

medir dónde está el punto de lo hondo.



lunes, 5 de octubre de 2020

Uno


Quisiera escribir

como aquel pintaba cada día

sus siete olas duras

y frías.

 

Dicha del ojo puro.

 

sábado, 18 de julio de 2020

Otro fragmento de una serie







Mientras corta del árbol las últimas
naranjas, va a bucear en un medio
de aire verde perforado y a sentir
como si no lo conociera el frío
del invierno temprano en la mañana
y en la nariz se mezclará el olor
del polvo y de lo cítrico y saldrá
con la fruta rodando de sus manos.

jueves, 11 de junio de 2020

Cómo se forman las tormentas





La trama de los buenos argumentos
--cómo se va inflamando el horizonte;
cómo de norte a sur una delgada
hebra de patos lo cruza y se pierde
y la tensa expectativa del día—
te convence, por más que hayas pasado
tanto tiempo de tu vida creyendo
que la tormenta estalla de repente.

No. Es que estos y otros tantos golpes
de efecto te pasmaron, y además
en eso consiste tu humanidad,
en recortar, parcelar, definir
realidad para poder vivir: este
maravilloso aroma anuncia lluvia
a raudales; este otro, más acre,
la creciente, fragor entre las piedras.

Pero nada advertías en la nube
derivando rumbo al sur ni en los gallos
que cantan a deshoras ni en el raro
color de la madrugada. Ahora
en tu pequeño Larousse aparece
que escándalo del agua se origina en
hiato en el aire, cuarzo que se raja
y mudanzas apenas susurrantes.

jueves, 14 de mayo de 2020

Mirá




“Mirá” -me dijiste en el sueño-
y por supuesto no recuerdo
qué apuntabas en el paisaje.

Firme aún el lazo entre aquí
y allá, te agradecí despertando:
“Siempre atento conmigo, muerto.

No sé bien quién sos ni por qué,
como abeja desorientada,
zumbás en este encierro mío.

¿Será -ahora que lo pienso
y la mañana es una ola
mansa de luz que se aproxima-

que quisiera dejarte ir:
vos a libar tus raras flores
y yo las mías de este mundo?”

martes, 24 de marzo de 2020

El callado





Mi hermano, sentado en una reposera,
recita el nombre de todos sus perros.
Nunca jugó conmigo. Era muy grande
y yo muy chica, pero me abrazaba
fuerte, fuerte, hasta hacerme doler.
Tiene en el fondo de su casa un patio
de tierra, árboles, enredaderas.
Hay también un farol bajo las ramas
que difuminan la luz en la noche
de verano mendocino. Charlamos
como si fuera la primera vez,
como quien se mete a un río a oscuras
y ve menos que lo que siente: agua
negra que de a poco va envolviéndonos;
familiar el nombre, pero lo más,
desconocido y cada vez más hondo.
Tal vez por eso mi hermano aproxima
suavemente a la orilla de la charla
el catálogo de perros: me tiende
lo más suyo a ver si lo reconozco.

martes, 17 de marzo de 2020

Tres poemas de Derek Walcott





Volcán

Joyce tenía miedo del trueno,
pero en su funeral rugieron los leones
del zoológico de Zurich.
¿Era Zurich o Trieste?
No importa. Son leyendas, lo mismo
que la muerte de Joyce
o el fuerte rumor de que Conrad
ha muerto y que Victoria es irónica.
En el borde del horizonte nocturno,
desde esta casa sobre los riscos
se divisan hasta el alba
dos llamas que salen de las torres
de perforación en el mar; son como
la brasa del cigarro
y como el resplandor del volcán
en el final de Victoria.
Uno podría abandonar la escritura
para seguir las señales de los grandes
que arden lentamente y ser
el lector ideal, rumiante,
voraz, amante de las obras maestras,
y, en vez de intentar repetirlas
o superarlas, ser
el mejor lector del mundo.
Al menos, esto requiere del asombro
que se ha perdido en nuestro tiempo;
tanta gente ya vio todo;
tantos pueden predecir;
tantos negarse a entrar en el silencio
de la victoria, la indolencia
que arde en el centro;
tantos que solo son
ceniza erecta, como el cigarro,
tantos dan por seguro el trueno.
¡Qué común el rayo,
y perdidos los leviatanes
que ya no los buscamos más!
Había gigantes en aquellos días.
y hacían buenos cigarros.
Debo leer con más cuidado.


Vulcano

Joyce was afraid of thunder,
but lions roared at his funeral
from the Zurich zoo.
Was it Zurich or Trieste?
No matter, These are legends, as much
as the death of Joyce is a legend,
or the strong rumour that Conrad
is dead, and that Victory is ironic.
On the edge of the nigt-horizon
from this beach house in the cliffs
there are now, till dawn,
two glares from the miles-out-
at-sea derricks; they are like
the glow of the cigar
and the glow of the volvano
at Victory´s end.
One could abandon writing
for the slow-burning signals
of the great, to be, instead,
their ideal reader, ruminative,
voracious, making the love of masterpieces
superior to attempting
to repeat or outdo them,
and be the greatest reader in the world.
At least it requires awe,
which has been lost to our time;
so many people have seen everything,
so many people can predict,
so many refuse to enter the silence
of victory, the indolence
that burns at the core,
so many are no more than
erect ash, like the cigar,
so many take thunder for granted.
How common is the lightning,
how lost the leviathans
we no longer look for!
There were giants in those days.
In those days they made good cigars.
I must read more carefully. 
 



Liquidación

Vivo en el agua,
Solo. Sin mujer, sin hijos.
Navegué en torno a cada posibilidad
para llegar a esto:

una casa baja sobre el agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia un mar estanco. No se eligen estas cosas,

pero somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, pasan los años,
tiramos la mercancía, pero no nuestra necesidad

de carga. El amor es una piedra
en el fondo del mar,
bajo el agua gris. De la poesía, ahora

solo quiero la emoción verdadera,
no piedad ni fama ni cura. Esposa silenciosa,
nos sentaríamos a mirar el agua gris

y en una vida inundada
de basura y mediocridad
viviríamos como una piedra.

Voy a olvidar los sentimientos,
voy a olvidar mi don. Es más grande
y más difícil que lo que allá pasa por ser la vida.
 



Winding up

I live on the water,
alone. Without wife and children.
I hace circled every possibility
to come to this:

a low house by grey water,
with windows always open
to the stale sea. We do not choose such things,

but we are what we have made.
We suffer, the years pass,
we shed freight but not our need

for encumbrances. Love is a stone
that settled on the seabed
under grey water. Now, I require nothing

from poetry but true feeling,
no pity, no fame, no healing. Silent wife,
we can sit watching grey water,

and in a life awash
with mediocrity and trash
live rock-like.

I shall unlearn feeling,
unlearn my gift. That in greater
and harder than what passes there for life. 



Mapa del nuevo mundo
         Archipiélagos

Al final de esta oración empezará la lluvia.
al borde de la lluvia, una vela.

Lentamente la nave perderá de vista las islas;
y en la niebla viajará la fe en los puertos
de toda una raza.

La guerra de los diez años ha terminado.
El cabello de Helena es una nube gris.
Troya, un cúmulo de ceniza blanca
junto al mar y la garúa.

La llovizna se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre de nublados ojos recoge la lluvia
y pulsa el primer verso de la Odisea.



Map of the new world
    Archipelagoes

At the end of this sentence, rain will begin.
At the rain´s edge, a sail.

Slowly the sail will lose sight of islands;
into a mist wil go the belief in harbours
of an entire race.

The ten-years war is finished.
Helen´s hair, a grey cloud,
Troy, a whit ashpit
by the drizzling sea.

The drizzling tigtens like the strings of an harp.
A man with clouded eyes picks up the rain
and plucks the first line of the Odyssey

Los dos primeros poema han sido extraídos de Sea Grapes (1976). El último de  The fortunate Traveller (1981).




 

jueves, 20 de febrero de 2020

Futuro Perfecto





                                                        Te vas desprevenida a la pelea
                                                        y no sabés lo que te espera. Nadie
                                                        sabe, tampoco yo. De espaldas
                                                        te veo, dueña de tu paso, ágil,
                                                        y hasta tu miedo tiene un olor fresco.

                                                        Si en el futuro fueras a temer,
                                                        sea así tu aroma, apenas leve,
                                                        y te arrebate como hoy el viento.



lunes, 27 de enero de 2020

Daniel Vera: A qué se llama correr




A qué se llama correr, el último libro de Daniel Vera, lleva como subtítulo Ensayos en prosa y verso, lo que adelanta dos cosas: la presencia de ambos géneros literarios y la puntual atención a los matices significativos -no unívocos- de lo literal. En efecto, si la palabra “ensayos” hace referencia tanto al género de escritura como a los intentos por hacer algo, la especificación “en prosa y verso” sugiere que se intentará la prosa reflexiva y la poesía, pero también que lo que es propio del ensayo como género, esto es, el desarrollo de una reflexión personal interpretativa y valorativa, también lo encontraremos en su poesía. Ambas posibilidades se actualizan en este libro y lo que a primera vista calificaríamos como “equívoco” parece ser más bien exploración de las posibilidades mismas del lenguaje, medio a través del cual se avanza exponiendo, pero también proponiendo asombradas y asombrosas respuestas al interrogante de qué significa correr.
Hay cuatro secciones: la primera y la tercera en prosa; la segunda y cuarta son conjuntos de poemas. La simetría está por todos lados. No solo en la organización del material, sino también en la minuciosa numeración de las partes en prosa y en el empleo de las formas poéticas: una corona de sonetos para la tercera parte y los 49 tankas con que se cierra el libro.
El que avisa no traiciona: vamos a leer ensayos en prosa y verso. Asumidas las reglas, se crea un tipo de juego en el que Vera se desempeña con maestría grave y jovial al mismo tiempo, al menos en las tres primeras secciones. En la última, no son la gravedad o la jovialidad los atributos que nos permitan aproximarnos a él y tras lo cual aparece traslucida la figura del autor (incluso aunque cierto pudor frente a lo autobiográfico lo lleve a contar la historia de fondo a través de tres voces distintas, que nunca es la de la primera persona). No, los tankas alcanzan una impersonalidad y autonomía propia del objeto estético. Podrían ellos solos constituir un volumen por separado. Puestos al final, sin el lazo explícito que une entre sí cada una de las otras tres secciones, podríamos pensar que es la parte más lúcida y bella, el producto decantado de una experiencia de vida y también una experiencia de la forma. En efecto, a diferencia de las composiciones de la corona de sonetos, no hay razonamiento. Desaparece prácticamente el juego de palabras, y la poesía se abre a otro juego de mayor poder sugestivo. Las treinta y una sílabas de esta forma poética son un límite y una posibilidad (así como en las secciones en prosa lo fue el menisco roto para la vida del “Profesor”, cuyas notas ordena Hilario Sombra y en conjunto nos ofrece el “narrador”). La conciencia de ello se expresa en el Nº 45:

Otra materia
aparte de la forma
no ha visto nunca
nadie y mucho menos
en pequeñas canciones.

La brevedad es el rasgo específico externo del tanka; la síntesis el interno. En la poesía tradicional japonesa esa síntesis se lograba a partir del tercer verso, llamado “pivote”, que asociaba los primeros versos con los dos últimos.  Vera no sigue esta regla sino que compone cada uno de ellos como una especie de totalidad sin partes (no hay signos de puntuación, ni se requieren, pues -salvo en el nº 23- no hay más que una sola oración), que a veces expresa una sentencia: “Una manzana / fue cierta vez imagen / de la belleza / como lo pueden ser / la ciencia y el pecado” y en ocasiones describe una situación o un rasgo del paisaje, cuyo significado tiene una derivación simbólica: “briznas de hierba / repiten la canción / de sol y lluvia / que con tenues susurros / se dirige al silencio.
El tanka de inicio y el final apelan al infinito cielo nocturno: son los puntos extremos de un arco de sombra, silencio y vastedad iluminado por la breve e intensa chispa del poema.