sábado, 5 de junio de 2021

Poemas de Pilar Bravo




Pilar Bravo vive en Toledo, donde se ha desempeñado durante 25 años como docente de la Fundación Ortega-Marañón. Ha publicado Borges verbal, (Planeta, 1999) en colaboración con Mario Paoletti, un ensayo sobre Francisco Umbral y El Columnista en España (2006) y la novela El año del cangrejo (2018). Entre sus textos poéticos se encuentra Caja de Botones (Botelle al mar, 2004), El Prado, 50 (Botella al mar 2017) y  Aún todo es temprano (Amud, Ediciones de Castilla - La Mancha), aparecido recientemente, del cual transcribimos un puñado de poemas.


Mira, tengo algo importante que decirte.

Ya sé, es poca cosa,

no te entretengo.

Pero son palabras,

las mías,

las que te quiero confiar.

       

 

          ***

 

Y si llego a mi vejez,

solitaria, precaria e infeliz,

¿la bruma dominará toda mi existencia

o lo que se vivió queda ahí, vivido?

¿No disfrutó acaso la cigarra de su vida

antes de que le llegara el invierno,

no fue tediosa la existencia de la hormiga?

Para espantar la bruma

narraré de forma hermosa

todo lo que fui.


SIN TESTIGOS


Se acaban los testigos de tus pasos

y te entristeces, como náufrago solitario

porque ya nadie reconocerá de dónde vienen tus palabras.

Y en su ignorancia te interrumpirán, para hablar del tiempo

o pedirte un cenicero.

Mientras bajas la vista hacia tu mano abierta y entras en el

silencio.


Apenas te quedan testigos

que recuerden cuándo intentaste que las estrellas

fueran de todos, mientras cruzabas los mares con alegría.

Llegará el día que tu mismo te asustes

al escuchar tus pasos.


REGRESO A IBAHERNANDO

A mi hermano Ángel


Ibahernando no tiene ríos

ni grandes alamedas que ofrezcan sombra fresca.

No hay valles por los que correr cuando aún la tarde está

cayendo y los niños recogen sus cometas del viento,

ni lagos en los que verse uno mismo cuando hay luna llena y

extiendes tu mano hasta deshacerte en el reflejo.

Al mismo tiempo,

Ibahernando no tiene sombras y las horas de la siesta son tan

largas como días enteros.

Todos saben quienes son los otros, pero no todos se saludan.

En las noches de verano, en los regresos de los

paseos por la carretera, las esquinas te recuerdan que

Ibahernando es el único lugar

que guarda los ecos de las voces veraniegas de tu infancia.