jueves, 17 de marzo de 2022

Daño colateral


 


            ¿Dónde estará Rubén, el que pagaba

            con atención dispersa su merienda

            de yerbeado con criollos? Leía

            mal y escribía poco a los diez años,

            pero a los cuentos que yo le contaba

            le ponía dos ojos de infinito

            avanzando los codos cada vez

            más al centro de la mesa: “Pará,

            Rubén. Dejale lugar a los otros”.

            Ahora debe tener unos quince

            o quizás más de cuarenta, hombreando

            bolsas o en algún jardín despejando

            yuyos o levantando las paredes

            de una casa, Rubén, para los otros.


miércoles, 12 de enero de 2022

Sobre Mubarak, de Laura García del Castaño


 

“Tiré con fuerza de nuestra vida sumergida”: Mubarak 
(Laura García del Castaño, Buena Vista Editora, 2021)

 

En el último poemario de Laura García del Castaño hay varias historias que nos llegan como esos restos de resaca que deja el mar de fondo de la época; retazos o jirones de discursos de sujetos, cuyos nombres los identifican con una experiencia de dolor, tan agudo y masivo como empozado e intransferible.  Investidos de esas voces,  los poemas remiten directa o indirectamente al entorno histórico, tumultuoso, caótico, a veces completamente miserable. El desorden encuentra aquí un cauce complejo de expresión, que da cuenta de los múltiples planos en que se resuelven o más bien se disuelven las pobres vidas, concientes o no de su marginalidad.

El caso: suceso o acontecimiento. Laura lo indaga y en su “estudio” hace lo que debe, relaciona lo particular y lo general. Hay un orden en este poemario, un diseño que expone las amargas conclusiones en el tejido fluido que compone entre los varios planos de la realidad.

Las voces son potentes. Hablan desde un sentimiento de profunda y gratuita humillación. Todos de alguna manera inocentes, incluso los culpables de la mediocridad medioambiente. Pero la condena es implacable. El contrapunto entre unos y otros (los que son conscientes de la injusta humillación y que desnudan la ignorante violencia de los otros) arma la figura en este tapiz móvil y ubicuo.

 

“…Abreviar luz y consuelo / Abreviar la mirada…”

El poemario se abre con “Chat”, donde Laura hace converger indirectamente, a través de fragmentos de conversación por whatsapp con sus correspondientes emoticones, situaciones que luego desplegará: en la síntesis del primer poema está contenido lo que, desde otro/s foco/s, constituye la materia de los siguientes. Laura procede por acumulación y progresión: los mensajes que se van sucediendo le permiten al lector reconstruir la situación planteada, la pequeña historia con sus personajes, desde la búsqueda de la sala de internación hospitalaria para una tía, que irá empeorando hasta morir.  Si hay algo dramático en esta escena, queda en sordina, recubierto y empastado por la jalea banal de esos parientes, cuyo espesor adocenado  y adoctrinado cabe perfectamente en el molde del código wapp:

 

“- Habitación 503/pulgar arriba

-Estamos todos con la tía/llorando de risa

-Sólo se permiten dos personas/sorprendido sudor

-Poné video del hombre que mató al cocodrilo/lengua afuera, ojos apretados

-Viene su hermano/ guiño, feliz, corazón verde

-Estamos viendo el de la mujer de Tinder/cara sudor

- Tía Justa pidió ver el loro/corazón palpitante, ojos arriba

-Vine con Gretel en la moto/dos caritas con dientes apretados

-Ya arreglé con Mario el remisero a ver si puede traer a Pepo/cara al revés

-Aplausos/aplausos/tres caritas beso corazón…”

 

Los dos últimos poemas, retoman ese cariz crítico de las mediaciones virtuales que constituyen nuestra vida diaria, poniendo de manifiesto otra vez cómo el hábito de una comunicación de superficie que parece haberse entronizado gira en redondo, sin salida, inútil:

Meter los pies en la virtualidad

Postear el feto, la plantita

y el electrocardiograma

Viralizar condolencias

Megustear el brindis,

el sueño del viernes

la calumnia del extraño.

 

Compartir

 el equipaje de la excursión

el traje del egreso

la captura de pantalla del elogio y del agravio (…)

 

Crear un avatar que gesticula un ánimo supuesto,

siempre encantador,

malhumorado encantador,

furioso encantador,

roto encantador,

siquiátrico encantador (…)

 

Tener a mano

meditación para la astilla,

Playlist para la rutas del desierto,

collage favorito para la venida del fantasma,

animación

para la euforia o el espanto

Abreviar luz y consuelo

Abreviar mirada…”

En ese marco otras historias, en los que se sumerge Laura, con un registro bien diverso.

 

 “…como un residuo silencioso / tan fallido como invisible…”

 

La BBC informó el 13 de febrero de 2015 que, en Uganda, Mubarak Batambuze se vengó de un cocodrilo de 4 metros y 600 kilos que había devorado a su esposa embarazada. Lo hizo con una lanza. Días antes, el 30 de enero, se sube a la red un video de 30 segundos con esta información. “Mujer moribunda se despide de su loro después de 25 años de vivir juntos”, video viral del 2018. “Decepcionado de sus hijos Om Narayan Verma repartió su herencia  entre su mujer y su perro”, la India, 2021. Y así: una chica que es asesinada luego de una cita por Tinder, otra vendida por su padre, otra más que escapa de la servidumbre sexual de su captor, un desplazado en Serbia, un harraga, lo que piensa un fotógrafo de National Geographic… fragmentos de la web, noticias sensacionales y efímeras se recalibran en los poemas (ya fueron aludidas en “Chat”) desde una dimensión interior. Laura las reconstruye, sea través del monólogo dramático o de la presentación en tercera persona o de la apelación/diálogo (he contado solo dos poemas de 31 en donde se expresa en estricta primera persona); se pone en su lugar como comprendiendo lo no dicho: una dimensión del dolor, del rencor, de la impotencia, de la soledad a la que ella le presta las palabras. Su mediación poética contrarresta la otra mediación, la de la virtualidad y sus superficiales, despotenciadores  golpes de efectos como única factura de lo real. El poema quiere ser la contracara y  por eso no pasa rápido, como en cambio pasa la noticia, sino que insiste, va mordiendo de a poco, cada vez más hacia el carozo irreductible.

La calidad del lenguaje se define por esa capacidad de penetrar en la materia más opaca y pétrea. Lo hace ambientando, narrando un poco (también estos poemas discurren desde una situación inicial a un desenlace). Hay acción y reflexión, empezando por el hecho de que la perspectiva se refleja en otros e intenta ahondar en sus sentimientos, y también en que la sola presentación de esa experiencia viva ya constituye una especie de evaluación, de valoración de la textura social en que están insertos:

Veinte años estuvimos con Enrique

No me dejaron verlo incluso cuando me llamaba

Soy un barco al fondo del mar, Daniel –me decías

Un huraño, un parco de palabras,

pero a vos te gusta ver el horizonte desde ventanas hundidas,

te gusta sangrar de amor como a los putos

El mundo no abraza, Enrique, nos pasa finito

y si puede nos aplasta como un abrojo a la orilla del camino,

nos promete chocolates

y luego nos empuja dentro del horno como a los del cuento

Este es el destino que elegiste hijo,

Vivirás hablándole bajito – profetizó mi madre…”

 

A veces así, con las palabras llanas, pero en una selección exacta. En otras ocasiones no menos exactas ni llanas, pero llenas de ironía, como en “Golpeé las manos en la casa de los seres de luz” y  en el siguiente, “No hay lugar”, cuyo final cito:

 

“…Ahora que quemas rudas, hierves ajos

Devoras yema milagrosa,

te untas crema de unicornios,

que eres el CEO de tu mente en blanco

 

Ahora que al fin nos ves:

lívidos equilibristas sobre un tender roído

mientras vos lamés la cima de un cosmos orgánico

me advertís:

Que no vengan a tu casa

a golpear tu puerta

No hay nadie

 

Ahora vivís en la quinta dimensión

Allí tienes mezquita plegable, altar de pallet,

velitas led, el fanal con agua azul de la fuente,

gotita estéril para el tercer ojo

y una casita nueva, actualizada, que no admite

descracia ajena,

sistema anterior,

acciones de voz o corazón incompatible.”

 

En los diferentes registros y en su precisa combinación, en la imagen ominosa, en las metáforas orgánicas, en la coloración de la materia muerta o herida o purulenta, pero con la medida de una voz que arde y no descansa en su acumular escombros con latido, devuelve vida a lo muerto, dignidad a la mancilla, exhibe la crueldad de la crueldad, la estupidez de la estupidez y la culpa o la responsabilidad de no zafar del todo.

sábado, 2 de octubre de 2021

Poemas de Pablo Seguí


Precedidos de un prólogo conciso, equilibrado y perspicaz, a cargo de Diego L. García, los poemas de Pablo en este libro exhiben una unidad de tono, cuyo rasgo más apreciado para mí es el recogimiento y la veracidad. La brevedad de un poema no es por sí misma necesariamente una virtud. En este caso sí: en todos y cada uno de las composiciones logra atrapar un matiz de la realidad en un voleo eficaz.  Eso es lo que esta lectora agradece. Lo hace además con sobriedad (también se agradece) en la exposición del yo, con nitidez en las imágenes, con palabras de este mundo, con ritmo.


Dejarán de nombrarte


Acá hubo gente. Acá
dormía la Babía:
pieza del fondo cuya
ventana mira al norte.

Y antes también. La casa
fue elevada por obra
de albañiles y mansos
carpinterios. La pieza
habla de gente que

partió hace mucho. No
estás en tierra virgen.
Pero impera el olvido.


Canción


Yo sé cómo es mi rostro
cuando escribo un poema.

Calla como no callan 
los que niegan al ángel.

Yo soy como una ardilla
en un bosque nevado.

Una vaina me nutre
y doy saltos precisos.

Yo sé cómo es mi rostro:
se parece a ninguno. 


Cosecharás tu siembra

El mandarino ha dado
nuevamente azahares
hará cosa de un mes.

Vos estabas aún
aquí y te despertabas
cerca del mediodía.

Al árbol lo retienen
sus raíces. A vos
el mal amor te impuso

partir. Con amargura
comeré de esos frutos
que ya no probarás.




viernes, 27 de agosto de 2021

Perder el tiempo (o el arte de desaparecer)


 



Empieza en forma de pequeñas manchas

imperceptibles a lo largo del día:

los tordos planean en descenso y

uno los ve, apenas un instante

hasta con la boca del estómago.

Después, ya es pura conciencia de estar

viendo . Igual nos demoramos, pero

ahora es el tiempo el que nos pierde.

 


lunes, 9 de agosto de 2021

Encendidos

                                                        
 

 

Aquí, mis cuñadas alinean

las verduras frescas. La luz

que viene del plafond del techo

pone en primer plano las fuentes

de ensalada rusa, lechuga, queso

y aceitunas, todo tenso y brillante.

Ellas conversan, agitan las manos,

pulseras y aros de fiesta.

Por las ventanas entra el humo

de la carne que se asa en el patio,

donde parte de la familia bebe

y discute, mientras los chicos

corren sabiendo que hoy se puede

gritar, entrar, salir y esconderse

adentro de la casa, y que más tarde

se encenderán los fuegos,

se alistarán los globos de papel

y los haremos navegar

encendidos por el cielo sin medir

ni riesgo ni futuro.

Tengo en el foco a mi hermano probando

un bocado de carne y hago click.

La foto no dará la música

que viene de los vecinos, tampoco

los olores del verano o la íntima humedad

de nuestros cuerpos, ni falta que hace,

porque no estamos fuera y no advertimos

la espiral de hojas que se deshoja

con nosotros. Yo brindo por mañana

igual que todos, mirándote

a los ojos, mientras pasan

los platos dulces de la noche.


miércoles, 21 de julio de 2021

Los viajes

 




I

 

No aprendí a llevar eso que veía

-los rojos tejados de una ciudad

antigua o las terrazas bajas

de un pueblo de llanura, por ejemplo-

a mi escritura. Cuando he viajado

me he ido a no saber.

Por eso un vago temor en la partida

y ni una sola línea en el regreso.

 

II

 

El camino que va

de las cosas a uno es más fácil

que el otro. Y este es poco transitado.

 

III

 

Tengo asociado el abandono

con el cuerpo opaco. Habría

que averiguar mejor qué rige

en la naturaleza; si en algún

punto del abandono es que se brilla,

porque los pocos datos

de la experiencia arrojan

estos resultados: la mariposa

en la vereda es menos colorida,

igual que el pájaro muerto.

Yo sé además que hay o puede haber

cierto grado de seducción

y de mentira en esto de sumar

peras y naranjas, imagen

y concepto. El pájaro brilla

cuando vuela, si nosotros, a cierta

hora, y de casualidad, lo vemos.


sábado, 5 de junio de 2021

Poemas de Pilar Bravo




Pilar Bravo vive en Toledo, donde se ha desempeñado durante 25 años como docente de la Fundación Ortega-Marañón. Ha publicado Borges verbal, (Planeta, 1999) en colaboración con Mario Paoletti, un ensayo sobre Francisco Umbral y El Columnista en España (2006) y la novela El año del cangrejo (2018). Entre sus textos poéticos se encuentra Caja de Botones (Botelle al mar, 2004), El Prado, 50 (Botella al mar 2017) y  Aún todo es temprano (Amud, Ediciones de Castilla - La Mancha), aparecido recientemente, del cual transcribimos un puñado de poemas.


Mira, tengo algo importante que decirte.

Ya sé, es poca cosa,

no te entretengo.

Pero son palabras,

las mías,

las que te quiero confiar.

       

 

          ***

 

Y si llego a mi vejez,

solitaria, precaria e infeliz,

¿la bruma dominará toda mi existencia

o lo que se vivió queda ahí, vivido?

¿No disfrutó acaso la cigarra de su vida

antes de que le llegara el invierno,

no fue tediosa la existencia de la hormiga?

Para espantar la bruma

narraré de forma hermosa

todo lo que fui.


SIN TESTIGOS


Se acaban los testigos de tus pasos

y te entristeces, como náufrago solitario

porque ya nadie reconocerá de dónde vienen tus palabras.

Y en su ignorancia te interrumpirán, para hablar del tiempo

o pedirte un cenicero.

Mientras bajas la vista hacia tu mano abierta y entras en el

silencio.


Apenas te quedan testigos

que recuerden cuándo intentaste que las estrellas

fueran de todos, mientras cruzabas los mares con alegría.

Llegará el día que tu mismo te asustes

al escuchar tus pasos.


REGRESO A IBAHERNANDO

A mi hermano Ángel


Ibahernando no tiene ríos

ni grandes alamedas que ofrezcan sombra fresca.

No hay valles por los que correr cuando aún la tarde está

cayendo y los niños recogen sus cometas del viento,

ni lagos en los que verse uno mismo cuando hay luna llena y

extiendes tu mano hasta deshacerte en el reflejo.

Al mismo tiempo,

Ibahernando no tiene sombras y las horas de la siesta son tan

largas como días enteros.

Todos saben quienes son los otros, pero no todos se saludan.

En las noches de verano, en los regresos de los

paseos por la carretera, las esquinas te recuerdan que

Ibahernando es el único lugar

que guarda los ecos de las voces veraniegas de tu infancia.