Le falta a estos
poemas
que descienda a
su espíritu
un cuerpo que, en cierta
tarde y hora, se
encorve
como un signo pasmado
ante la oscuridad
de esa ínfima
parte
que llegó a comprender.
Veríamos entonces
ni letras ni
palabras
sino una figura
al fondo de una
casa,
contra un muro
que bien
podría serlo
todo,
sentada sola, muda,
acariciando sus
rodillas.