¿Dónde estará Rubén, el que pagaba
con atención dispersa su merienda
de yerbeado con criollos? Leía
mal y escribía poco a los diez años,
pero a los cuentos que yo le contaba
le ponía dos ojos de infinito
avanzando los codos cada vez
más al centro de la mesa: “Pará,
Rubén. Dejale lugar a los otros”.
Ahora debe tener unos quince
o quizás más de cuarenta, hombreando
bolsas o en algún jardín despejando
yuyos o levantando las paredes
de una casa, Rubén, para los otros.
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