lunes, 20 de febrero de 2023

Azucena Salpeter da vueltas en el aire

 



“…debiéramos levantarnos temprano para leer a esta poeta”, dice María Teresa Andruetto en el breve texto de la contratapa que le dedica al libro de Azucena Salpeter, Gringa formoseña (Ediciones en Danza, 2021). Y es así, porque no hay poema que no redima algo de su experiencia particular, que en cierto modo convierte en una experiencia que podría ser de cualquiera. Por eso son poemas que contagian una especie de salud. Azucena es médica, entre otras cosas.

La celebración es una de las notas más manifiestas. Hablo pues de un tono, no de un tema o un propósito, que se caracteriza por la llaneza y la apertura de la autora al mundo “por el prado feliz de los que van a pie”; una aceptación convincente.

Si de la poesía esperamos una visión en algún grado nueva, la de Azucena se nos ofrece sin retoques, pero no ingenua; áspera, pero sonriente; amalgamado el pensamiento y el corazón -por así decir- de una vida activa que afronta y puede salvar –literalmente hacer vivir-  lo opaco y lo olvidable:

La pico de loro

 

Cuando el Ford V8 cayó en la vizcachera

la costura del tanque de nafta se abrió en dos

cayó el río

lo remendamos con chiclets adams

hasta suncho corral en santiago del estero

un pueblo

debajo de otros pueblos como todos los pueblos

que deambulan por arriba del abajo

de los cielos

el límite son granos de arroz

en el centro del sutidor esso sin manguera

alrededor las cluecas

alcanzame la pico de loro

dijo papá y se secó la frente

eso es todo

poesía

 

 

Así, cosas, individuos e individuas son cifra de una existencia única, ardiente; no símbolo hierático, sino movimiento y consunción. La poesía de Azucena impone un ritmo de lectura veloz, se agolpa, pero no tropieza, corre; manifiesta una especie de seguridad en tomar la curva o en pegar el salto propia de la juventud del cuerpo que confía en su agilidad, su tensión muscular, su fuerza, pero también sabe de su dominio.  Todo esto sin dejar explícito que hay preguntas: por ejemplo, la pregunta por qué vendría a ser escribir poesía (“Qué dice la poesía”), que amalgama los poemas de la primera parte o la pregunta por la vida/por la muerte (“La muerte no es hoy”), que reúne las composiciones de la segunda parte. Una manera de organizar el material que felizmente no queda clausurado en las categorías que sugiere el título, sino que se escapa por todos lados, y cada poema viene a desembocar, por gracia de un lenguaje carnoso que se transfigura vertiginosamente en lo que dije al principio: celebración (o sea los poemas de la tercera parte).

Transcribo para terminar tres poemas -y qué difícil es seleccionar- para que el lector VEA:

 

Escribir no es tan importante

 

Pinté a la cal el muro de mi patio

Son más o menos treinta metros

 

Algo así como un homenaje

Como decir que alguien se ocupa del sol

Porque es pura luz un muro blanco

Y quebraduras negras y negruras verdes

Igual que el planeta

 

Como todas las primaveras olvidé los guantes

Las manos arden en el muro de la muerte

 

Yo sé que no es un poema

Es una manera de vivir en la casa del poema.

 

 

Usted, no sea lacrimosa, dijo mi abuela

 

Usted

querida mía

con solo dos palomas

o flechas de papel

puede bajar al cielo

subir a la tierra

recuérdelo

no finja

usted tiene dos brazos

dos piernas

recuérdelo

lo personal es político.

 

 

Es mentira que duele

 

El alma no tiene capacidad de hígado

no sabe escribir

le gusta charlar

de faisán a faisán

el alma

es feliz con nuestras marionetas

nuestras nueces

nuestro sexo

se divierte con los dientes de leche

que guardamos en la alcancía

posa desnuda

en nuestro tallercito de proezas.

 


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