sábado, 2 de octubre de 2021

Poemas de Pablo Seguí


Precedidos de un prólogo conciso, equilibrado y perspicaz, a cargo de Diego L. García, los poemas de Pablo en este libro exhiben una unidad de tono, cuyo rasgo más apreciado para mí es el recogimiento y la veracidad. La brevedad de un poema no es por sí misma necesariamente una virtud. En este caso sí: en todos y cada uno de las composiciones logra atrapar un matiz de la realidad en un voleo eficaz.  Eso es lo que esta lectora agradece. Lo hace además con sobriedad (también se agradece) en la exposición del yo, con nitidez en las imágenes, con palabras de este mundo, con ritmo.


Dejarán de nombrarte


Acá hubo gente. Acá
dormía la Babía:
pieza del fondo cuya
ventana mira al norte.

Y antes también. La casa
fue elevada por obra
de albañiles y mansos
carpinterios. La pieza
habla de gente que

partió hace mucho. No
estás en tierra virgen.
Pero impera el olvido.


Canción


Yo sé cómo es mi rostro
cuando escribo un poema.

Calla como no callan 
los que niegan al ángel.

Yo soy como una ardilla
en un bosque nevado.

Una vaina me nutre
y doy saltos precisos.

Yo sé cómo es mi rostro:
se parece a ninguno. 


Cosecharás tu siembra

El mandarino ha dado
nuevamente azahares
hará cosa de un mes.

Vos estabas aún
aquí y te despertabas
cerca del mediodía.

Al árbol lo retienen
sus raíces. A vos
el mal amor te impuso

partir. Con amargura
comeré de esos frutos
que ya no probarás.




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