El libro estaba en Rubén Libros y
si entre la cantidad de obras de esa mesa lo distinguí fue por la tapa: toda ella
y la contratapa es una sola foto del mar, en blanco y negro, tomada desde la
orilla: Isaak Babel, Cuentos de Odessa,
ed. Vilnius, Córdoba, 2014.
En la primera parte, incluye una selección
de siete de a lo sumo nueve cuentos que en las distintas ediciones se agruparon
bajo el rubro de Cuentos de Odessa, debidamente justificada en la nota
editorial a cargo de Sebastián Artero y Julieta Canedo, por constituir una “unidad estilística y temática”.
En la segunda, se agrupan varios textos referidos al autor y su obra, junto con
otros dos textos de Babel: “Autobiografía” y el cuento “Guy de Maupassant”.
103 páginas bastan para hacer de
esta publicación algo que excede largamente sus límites: no sólo los cuentos
son magníficos y la traducción de Valeria Zuzuk fluye desde los primeros dos
párrafos arrebatándonos hacia el clima que crea Babel, con concisa eficacia de
imágenes y nítida solidez en la construcción de personajes y situaciones;
también sorprende que los textos de la segunda parte no constituyen una mera yuxtaposición,
sino que se imbrican misteriosamente unos con otros: la “Autobiografía” del
propio Babel dialoga con la nota que en 1938 le dedica Borges en El hogar, y ambos con el ensayo de Juan
Forn, y la lista sigue: Nadiezhda Mandelshtam, Roberto Echevarren, Vitali
Shentaliinski, Fernando Luis Pujato, Ryszard Kapuscinki. Así, cada aporte
enfoca aspectos de la obra y del autor o del contexto con el rasgo común de su
calidad literaria.
Como prueba de unidad, además de
la obvia unidad temática, creo haber encontrado esta, apenas despuntando el
primer relato, “El rey”:
“En la noche azul y estrellada todo lo más
distinguido que nos provee nuestro contrabando, todo lo que de punta a punta
hace glorioso esta tierra realizaba su tarea seductora y destructiva (…) El
cocinero negro del Plutarco, llegado de Port Said tres días antes, había
logrado pasar por la aduana una botellas panzonas de ron jamaiquino, vino
aceitoso de Madeira, cigarros de las plantaciones de Pierpont Morgan y naranjas
de los alrededores de Jerusalem. Esto es lo que traen a la costa de Odessa las
olas espumosas que se rompen en el Mar Negro, esto es lo que a los pobres de
Odessa a veces les toca en suerte en los casamientos judíos…”
Al leer el fragmento, pensé en la
tapa, que fue lo que primero me atrajo de la edición, y empecé a pensar que la
elección de la imagen era de alguna manera central: no ilustra ni adelanta indicio alguno; aporta en su desnudez, en su monocromía una impresión del fondo
contra el cual se recorta el violento y definido mundo de Babel.
Excelente comentario, Elisa. Dan ganas de leer ese libro, ya.
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