sábado, 2 de julio de 2016

Una edición local de Cuentos de Odessa de Isaak Babel


El libro estaba en Rubén Libros y si entre la cantidad de obras de esa mesa lo distinguí fue por la tapa: toda ella y la contratapa es una sola foto del mar, en blanco y negro, tomada desde la orilla: Isaak Babel, Cuentos de Odessa, ed. Vilnius, Córdoba, 2014.
En la primera parte, incluye una selección de siete de a lo sumo nueve cuentos que en las distintas ediciones se agruparon bajo el rubro de Cuentos de Odessa, debidamente justificada en la nota editorial a cargo de Sebastián Artero y Julieta Canedo,  por constituir una “unidad estilística y temática”. En la segunda, se agrupan varios textos referidos al autor y su obra, junto con otros dos textos de Babel: “Autobiografía” y el cuento “Guy de Maupassant”.
103 páginas bastan para hacer de esta publicación algo que excede largamente sus límites: no sólo los cuentos son magníficos y la traducción de Valeria Zuzuk fluye desde los primeros dos párrafos arrebatándonos hacia el clima que crea Babel, con concisa eficacia de imágenes y nítida solidez en la construcción de personajes y situaciones; también sorprende que los textos de la segunda parte no constituyen una mera yuxtaposición, sino que se imbrican misteriosamente unos con otros: la “Autobiografía” del propio Babel dialoga con la nota que en 1938 le dedica Borges en El hogar, y ambos con el ensayo de Juan Forn, y la lista sigue: Nadiezhda Mandelshtam, Roberto Echevarren, Vitali Shentaliinski, Fernando Luis Pujato, Ryszard Kapuscinki. Así, cada aporte enfoca aspectos de la obra y del autor o del contexto con el rasgo común de su calidad literaria.
Como prueba de unidad, además de la obvia unidad temática, creo haber encontrado esta, apenas despuntando el primer relato, “El rey”:
“En la noche azul y estrellada todo lo más distinguido que nos provee nuestro contrabando, todo lo que de punta a punta hace glorioso esta tierra realizaba su tarea seductora y destructiva (…) El cocinero negro del Plutarco, llegado de Port Said tres días antes, había logrado pasar por la aduana una botellas panzonas de ron jamaiquino, vino aceitoso de Madeira, cigarros de las plantaciones de Pierpont Morgan y naranjas de los alrededores de Jerusalem. Esto es lo que traen a la costa de Odessa las olas espumosas que se rompen en el Mar Negro, esto es lo que a los pobres de Odessa a veces les toca en suerte en los casamientos judíos…”
Al leer el fragmento, pensé en la tapa, que fue lo que primero me atrajo de la edición, y empecé a pensar que la elección de la imagen era de alguna manera central: no ilustra ni adelanta indicio alguno; aporta en su desnudez, en su monocromía una impresión del fondo contra el cual se recorta el violento y definido mundo de Babel.



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