A pocos días del
comienzo
del invierno
presumimos
que, como siempre
pasajero,
la estación
quieta de la niebla
se abriría a
nuestra habitual
preferencia por
lo verde
y sin embargo,
no. Me fui
apagando y no sé
por qué.
Un silencio de
blanca cuando
veíamos salir la luna
y un vacío de
gravedad
justo en la boca del
estómago
incluso en las
noches más frías.
Esos minutos
pueden ser
La vida y sin
embargo, no.
Me fui apagando y
no sé.
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