El ángel de lo diminuto
El ángel de lo diminuto sueña
en pequeño. Vive en el ojo
de una aguja de coser.
La aguja está en una lata que fue
de galletas. La lata, en un cajón.
El cajón en un mueble de la casa.
Antes de dormirse, en el capullo
de su oscuridad, enciende en la noche
un cigarrillo para ver el hilo
de humo rodar más allá del delgado
óvalo de acero que es su morada
y la ínfima brasa y a sí mismo
como si estuviera al borde del tiempo.
En el otro borde, el mundo y sus cosas
terribles pasan todo el tiempo, deja
a veces niños muertos en la arena.
Cosas que, aun para su eternidad
de ángel son monstruosas y se ciernen
sobre las ciudades caparazones
de los hombres y mujeres a quienes
ha visto deformarse de dolor
de ira, de espanto, de aburrimiento.
A fuerza de impotencia ahora es
un artista contemplativo, que une
lo útil a lo agradable: el humo
y un dolor que piensa pero no siente.
Cuántas imágenes me envía ese ángel diminuto. La impotencia, madre de los dolores que inmoviliza el cuerpo crispado no le impide contemplar el dolor ajeno. Bello poema muy bello.
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