lunes, 2 de septiembre de 2019

Un par de parientes de Aira





Jonathan Swift; o más bien Gulliver. El gato de Chesire; o más bien su sonrisa en la noche, sin gato alrededor.
Estos dos ejemplos de experimentos narrativos tienen algo en común entre sí y con algunos tópicos de Aira: la desmesura como estrategia a través de la que se pervierten los parámetros elementales de ordenamiento y de percepción de la realidad (ya sabemos: las cosas o los seres se achican o se agigantan, la parte se autonomiza, la parte incluye al todo, etc). Sin embargo, -y este es otro alelo del gen compartido- antes de la sorpresa, en en caso de los clásicos parientes, la ficción narrativa se encaminó del terreno de la supuesta “realidad” a otro, cuya lógica difiere de la de aquella y la pone en cuestión.
Aira, por lo general, elude este tránsito, y la desmesura ocurre –diríamos- en el dominio de esta "realidad". Con ello, sube la apuesta: mientras que Swift y Carroll se mantienen dentro de los límites de lo “insólito” que admite el doble registro de lo “traducible” a otros términos (como toda buena alegoría) Aira escribe para un lector que ya asumió que la literatura es literatura y no tiene por qué imitar la realidad. La literatura de Aira imita la literatura.

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