A eso que borbota -olores ácidos
y movimientos húmedos-, el
magma
en miniatura de una porción de
tierra
cuando llueve y el agua
despabila
y lustra el sinuoso marrón
de las lombrices; a este
rincón
en donde crecen sombra y pino,
se va a veces en estados que
mutan
hacia lo simple: de cuerpo a
tejido
de célula a molécula de sueño.
Se viaja unos quince metros,
se acerca
el puro ver, el solo ojo. Constata
el turbio movimiento de la vida
y se olvida de sí porque se
cierra
su párpado, vencido de
cansancio.
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