Barnacle, 2022 |
“Albergo (…) a mi enemigo”.
“Habito con mi padre”.
“Reprimo (…) la pulsión asesina”.
Los primeros poemas de La
internación, tienen esos comienzos netos, verbos en primera persona. Frases
cortas, precisas. Pregunta: “¿Qué es la mente?”. Hipotetiza:
“Si las cosas, iguales
a sí mismas y a todas
las demás, no me engullen,
no me reducen a
un rincón, su negrura,
es que aún no he caído
del todo. Diferente
de la mesa y el vaso
y el cenicero, aún lucho
por no ser mundo, quiero
no confundirme aún
con la materia crasa.
Solo quien ha
sentido que podría reducirse a ser tan indiferente como las cosas puede
escribir un poema así de ajustado como este, casi objetivo. La internación es
el libro de Pablo que se “especializa” en sus propios conflictos y se “espacializa”
en el interior de sí mismo: caverna, cueva, silencio, cubo. Especie de indagación poética que se resuelve
a construir con lo que hay. Especie de obstinación. Hay que decir que la
testarudez da sus frutos y que ellos no son un quejido insoportable, sino en la
mayoría de los casos, como la presión justa de un dedo que hace hablar a un
nervio.
El libro
lleva un título muy apropiado. Salió de la pandemia y algo tendrá que ver esa
circunstancia, pero creo que más hace referencia al proceso de adentrarse en
una dimensión casi del todo desgajada de su entorno: una voz que pende como un
hilo.
No sé si me
convence la foto de Pound (a Pablo le encanta…y sí, es linda), para la tapa.
Creo que introduce algo completamente extemporáneo: claro, la hermosa dedicatoria
a Bernardo Schiavetta concluye con “il miglior
fabbro”. Eso hace juego.
Mi enemigo
Albergo en las entrañas
a mi enemigo. Come
todo lo que le sirvo
y no se sacia nunca.
No está en calma mi mente
sino que es una cueva
en la que ese gigante
masca mi pesadilla.
Quiere más, quiere más.
A veces un mendrugo,
otras veces un pueblo
entero. Yo lo trato
de siempre. Es mi señor.
Bécquer
En un blanco cubículo
estoy y el universo
Se desagarra girando
indiferentemente.
Son dos cosas distintas
al parecer. (Son nombres
que se alternan en esta
página pretenciosa
que pronto olvidaré.)
Mi casa se reanuda
cuando despierto. El cosmos
es un himno gigante
que no conduce a nada.
Madrugada
Se representa el perro,
Al soñar, que se mueve
y, en efecto, se agita
de a ratos en su cucha.
Nada sabe de mí
de mi estar observándolo.
¿Sueña conmigo? Nunca
lo sabré. Cuando duerma
quizás se acerque a verme…
Pero cómo enterarme.
(Cómo duerme mi perro.
Cómo prosigo en vela.)
El oído absoluto
Cruje con regular
constancia mi heladera.
Es una ley severa
la de su rechinar.
Mientras esté enchufada
hará con su instrumento
una cadencia ciento
por ciento secundada
por mi insomnio. Así leo:
miro lo que no veo
y canto un son que mucho
me dice de la noche
en que pasa algún coche
al que apenas escucho.
Muy buenos poemas de Pablo Seguí.
ResponderEliminarHermoso ejemplo de lo que debe ser el libro. Felicitaciones Pablo.
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