domingo, 20 de marzo de 2016

Diario de una calavera a la intemperie

La versión de Alberto Silva y Masaretu Ito de los diarios de viaje de Bashô (Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2015),  tiene momentos como estos:

"Otro dìa vagaba solo, hasta que llegué a lo más recóndito de Yoshino. Sus montañas son muy profundas. Ese día se veían nubes blancas, amontonadas en las cubres. El valle estaba lleno de una lluvia brumosa. Apenas conseguía divisar algunas cabañas de leñadores, diminutas, dispersas. Sonidos de hacha en la ladera oeste replicaban su eco por la cuesta este. Las campanas de los templos resonaban con fuerza en el fondo de mi corazón (... ) Esa noche descansé en la hospedería de un templo:

Lavanderas que baten los paños
déjame oírlas,
esposa del templo

(...) Cansado de dormir con almohada de hierbas, en plena penumbra me fui a la playa. Era antes del alba:

Amanece
un pez blanco
una pulgada de blancura

(...) En Minakuchi encontré a un amigo al que no veía desde hacía veinte años:

Entre nuestras
dos vidas han vivido
estas flores de cerezo"

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