Ácido
el olor de la levadura
-sube como el de un río y sus raíces.
Blanca
la harina en su corona quieta
-no suscita imagen de lo inmóvil.
Comba
la luz que viene desde el techo
y denso el vino
que pruebo, antes de empezar
a variar el estado de las cosas,
con esa fe que no se sabe
siquiera que se tiene
en pausas, en sonidos
en pulsos leves de la vida:
un gato se desliza hacia la sombra
husmeando algo;
por la pared, en fila, las hormigas;
cae una piña con su ruido seco;
crujen los muebles;
rezonga el fuego;
entre los hijos giran somnolientas
las estrellas, la luna, los planetas.
Se cuece el pan.
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